ESPAÑA TIERRA DE MARÍA

ESPAÑA TIERRA DE MARÍA

sábado, 24 de diciembre de 2016

¡Gloria in excelsis Deo!

     Os traigo una buena noticia, una gran alegría para vosotros, para los vuestros y para toda la humanidad; escuchad con corazón gozoso el anuncio que atraviesa los tiempos, desde la eternidad, y los espacios, de norte a sur y de este a oeste:
Habían pasado miles y miles de años, millones de años desde que, al principio, Dios quiso crear de la nada el cielo y la tierra, materia incandescente, rotando sobre su eje, a los que asignó un progreso continuo a través de los tiempos.
Habían transcurrido muchos siglos desde que la luz y la vida fueron suscitados por el poder de Dios, y la tierra se llenó de árboles y plantas, los mares de peces, el aire de pájaros, los bosques de animales, la vida cubrió la faz de la tierra.
Después incluso de muchos siglos, Dios quiso que apareciera en la tierra el hombre, plasmado a su imagen y semejanza; sopló sobre él el espíritu de la vida, quiso que dominara las maravillas mundo y, al contemplar la grandeza de la creación, alabara en todo momento al Creador.
Miles y miles de años, durante los cuales los pensamientos del hombre, inclinados siempre al mal, llenaron el mundo de pecado hasta tal punto que Dios decidió purificarlo, con las aguas torrenciales del diluvio.
Dos mil años después de que nuestro padre Abraham salió de su país de Ur de Caldea, para llegar a la tierra prometida como primicia del pueblo elegido.
Quince siglos después de la liberación del pueblo de Israel, cuando Dios, suscitando a Moisés, lo hizo salir de Egipto, atravesando admirablemente el Mar Rojo a pie enjuto y a lo largo del desierto lo condujo a la Tierra Prometida.
Mil años después de que David, el pastor humilde, elegido por Dios y ungido por el profeta Samuel para ser Rey del pueblo de la Promesa y antepasado del Mesías y Pastor de Israel.
Después de 700 años de larga espera y destierro de Israel cautivo en Babilonia, cuando Dios mandaba profetas a su pueblo para mantener despierta la esperanza en las promesas de un Mesías que debía liberarlo del yugo de sus opresores.
     500 años después de que Israel retornara a la patria por decreto de Ciro, rey de Persia.
En la 194 Olimpiada de Grecia.
En el año 752 de la fundación de Roma.
El año 42 del reinado del emperador Octavio César Augusto.
Cuando una inmensa paz reinaba sobre toda la tierra.
Hace más de 2000 años.
En Belén de Judá, pueblo humilde de Israel, ocupado entonces por los romanos.
En un pesebre, porque no tenía sitio en la posada. De María virgen, esposa de Jo, de la casa y familia de David

NACIÓ JESÚS,
HIJO DEL ETERNO PADRE Y HOMBRE VERDADERO,
LLAMADO MESÍAS Y CRISTO,
SALVADOR QUE LOS HOMBRES ESPERABAN.

Él es la Palabra que ilumina a todo hombre.
Por él fueron creadas al principio todas las cosas.
Él, que es el camino, la verdad y la vida, ha acampado entre nosotros.
Él es el Alfa y la Omega, el centro del cosmos y de la historia, su principio y su fin.
Suyos son el tiempo y la eternidad, a él la gloria por los siglos.
Nosotros, los que creemos en él, nos hemos reunido hoy, para celebrar anticipadamente con alegría la solemnidad de la Navidad, y proclamar nuestra fe en Cristo, Salvador del hombre y del mundo.
Alegrémonos, hagamos fiesta y celebremos la mejor Noticia de toda la historia de la humanidad.

«¡Gloria a Dios en lo alto del cielo, paz en la tierra a los hombres que Dios ama. Venid, adoremos al Salvador!»


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