ESPAÑA TIERRA DE MARÍA
viernes, 15 de junio de 2018
jueves, 14 de junio de 2018
sábado, 9 de junio de 2018
EL CORAZÓN DE JESÚS... EN EL SAGRARIO
Estar en el
Sagrario significa venir del cielo todo un Dios,
hacer el milagro más estupendo de sabiduría, ¡poder y amor! para poder
llegar hasta la ruindad del hombre,
quedarse quieto, callado y hasta gustoso, lo traten bien o lo traten mal, lo pongan en casa
rica o miserable, lo busquen o lo desprecien, lo alaben o lo maldigan, lo adoren
como a Dios o lo desechen como mueble viejo... y repetir eso mañana, y pasado
mañana, y el mes que viene, y un año, y un siglo, y hasta el fin los siglos...
y repetirlo en este Sagrario y en el templo vecino y en el de todos los
pueblos... y repetir eso entre almas buenas, finas y agradecidas, y entre almas
tibias, olvidadizas, inconstantes y almas frías, duras, pérfidas, sacrílegas...
Eso es
estar el Corazón de Jesús en el Sagrario, poner en actividad infinita un amor,
una paciencia, una condescendencia tan grandes por lo menos como el poner que
se necesita para amarrar a todo un Dios al Carro de tantas humillaciones.
¡ESTÁ AQUÍ¡
¡Santa,
deliciosa, arrebatadora palabra que dice a mi fe más que todas
las maravillas de la tierra y todos los milagros del Evangelio, que da a mi esperanza la posesión anticipada de
todas las promesas y que pone estremecimientos de placer divino en el amor de mi alma!
¡ESTÁ AQUÍ¡
Sabedlo,
demonios que queréis perderme,
que tratáis de sonsacarme, enfermedades que ponéis tristeza en mi vida,
contrariedades, desengaños, que arrancáis lágrimas a mis ojos y gotas de sangre
a mi corazón, pecados que me atormentáis con vuestros remordimientos, cosas
malas que me asediáis, sabedlo, que el Fuerte, el Grande, el Magnifico, el
Suave, el Vencedor, el Buenísimo Corazón de Jesús está aquí, ¡aquí en el
Sagrario mío!
Padre
eterno, bendita sea la hora en que los labios de vuestro Hijo unigénito se
abrieron en la tierra para dejar salir estas palabras: «¡Sabed que yo estoy
todos los días con vosotros
hasta la consumación de los siglos!»
Padre,
Hijo y Espíritu Santo, benditos seáis por cada uno de los segundos que está con
nosotros el Corazón de Jesús en cada uno de los Sagrarios de la tierra.
¡Bendito, bendito Immanuel!...
+ (Beato Manuel González
"El
Obispo de los Sagrarios Abandonados"
sábado, 2 de junio de 2018
EN LA SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
¡OH BANQUETE
PRECIOSO Y ADMIRABLE!
El Hijo único de Dios, queriendo
hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que, hecho hombre, divinizase a los
hombres. Además, entregó por nuestra salvación todo cuanto tomó de nosotros.
Porque, por nuestra reconciliación, ofreció, sobre el altar de la cruz, su
cuerpo como víctima a Dios, su Padre, y derramó su sangre como precio de nuestra
libertad y como baño sagrado que
nos da, para que fuésemos liberados de una miserable esclavitud y
purificados de todos nuestros pecados.
Pero, a fin de que guardásemos por siempre
jamás en nosotros la memoria de tan gran beneficio, dejó a los fieles,
bajo la apariencia de pan y de vino, su cuerpo, para que fuese nuestro alimento, y su
sangre, para que fuese nuestra bebida.
¡Oh banquete precioso y admirable,
banquete saludable y lleno de toda suavidad! ¿Qué puede haber, en efecto, de
más precioso que este banquete en el cual no se nos ofrece, para comer, la
carne de becerros o de machos cabríos, como se hacía antiguamente, bajo la ley,
sino al mismo Cristo, verdadero Dios?
No hay
ningún sacramento más saludable que éste,
pues por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma
con la abundancia de todos los dones espirituales. Se ofrece, en la Iglesia,
por los vivos y por los difuntos, para que a todos aproveche, ya que ha sido
establecido para la salvación de todos.
Finalmente,
nadie es capaz de expresar la suavidad de este sacramento, en el cual gustamos
la suavidad espiritual en su misma fuente y celebramos la memoria del inmenso y
sublime amor que Cristo mostró en su pasión. Por eso, para que la inmensidad de
este amor se imprimiese más profundamente en el corazón de los fieles, en la
última cena, cuando, después de celebrar la Pascua con sus discípulos, iba a
pasar de este mundo al Padre, Cristo instituyó este sacramento como el memorial
perenne de su pasión,
como el cumplimiento de las antiguas figuras y la más maravillosa de sus obras;
y lo dejó a los suyos como singular consuelo en las tristezas de su ausencia.
De los opúsculos de santo Tomás de Aquino
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