ARRODILLARSE,
UN GESTO NECESARIO
"Nadie coma esta carne sin antes
adorarla" (San Agustín)
Disminuye paulatinamente el número de fieles que se
arrodillan en las iglesias, sea ante la Sagrada Forma expuesta en la custodia o durante
el canon de la misa.
Algunos perciben el estar de
rodillas como una costumbre algo humillante, que coarta su libertad. Otros
quizás opinan que es un gesto innecesario, que nada añade a la devoción
interna. También se invocan las primeras comunidades cristianas, donde arrodillarse
no se practicaría, a la vista de algunas representaciones orantes –de pie y con
las manos extendidas– que figuran en las catacumbas. Determinados movimientos eclesiales nuevos parecen empeñados
en erradicar la postración, el arrodillamiento y la genuflexión en la liturgia, pese a lo contenido en el misal.
Por último, dado el rechazo
generalizado por sus raíces que siente la sociedad occidental, somos capaces de ver espiritualidad en las posturas del yoga
y no en las del rito católico; sin duda
el clima de cristofobia que padece nuestra Europa occidental llega incluso a
“seducir” a los creyentes y a provocarnos una especie de complacencia en negar
los usos litúrgicos, o mantener frente a ellos una actitud de superior
condescendencia.
La Ordenación General
del Misal Romano (2002) establece que los fieles durante la consagración deben estar
de rodillas, salvo que no puedan por
razón de enfermedad, estrechez del lugar u otra causa razonable que lo impida. Por otra parte, la
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en una instrucción del año 2002 (1322/02/L) reconoce el derecho a
comulgar de rodillas a los fieles que lo
deseen.
Por otra parte es falso que la postración sea un gesto poco evangélico y
ajeno a las primeras comunidades cristianas.
No hay más que leer las Sagradas Escrituras:
“Josué rasgó sus vestiduras y se postró
rostro en tierra ante el arca de Yavé” (Jos, 7, 6). “Ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua
jurará” (Is, 45,
23).“Los que estaban (en la barca) se
postraron ante El” (Mt,
14, 33). “Dijo (el ciego): creo Señor, y
se postró ante Él” (Jn,
9, 38). “toda
rodilla se doblará ante mí, y toda lengua rendirá homenaje a Dios” (Rm, 14, 11). “al nombre de Jesús toda rodilla
se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos” (Flp, 2, 10). “Puesto de rodillas (Esteban
mártir, al ser lapidado), gritó con fuerte voz: Señor, no les imputes este
pecado” (Hc, 7, 60). “Pedro los hizo salir fuera a
todos, y puesto de rodillas oró” (Hc, 9, 40). “Diciendo esto (San Pablo) se puso de rodillas con
los otros y oró” (Hc,
20, 36). “Allí,
puestos de rodillas en la playa, oramos” (Hc, 21, 5).
La postración aparece en el Nuevo Testamento cincuenta y nueve veces. En ocasiones aparece en narraciones de acontecimientos que
ocurrieron; en otras, como en el Apocalipsis, son figuras metafóricas de
adoración, pero no por ello menos apreciables. De todas ellas, la más impresionante es la oración del propio Jesús a Dios
Padre en el Huerto de los Olivos: tres
evangelistas -San Mateo, San Marcos y San Lucas- coinciden en afirmar que rezó
postrado.
Al
ponernos de hinojos, el gesto corporal y el significado espiritual forman una
unidad que, como bien señala el Papa Benedicto XVI, es del todo inseparable
debido a la unidad físico-espiritual del ser humano. En su obra El
espíritu de la Liturgia, publicada como Cardenal Ratzinger, estudia la
cuestión con un párrafo muy acertado:
“La expresión con la que Lucas describe el
acto de arrodillarse de los cristianos (theis ta gonata) es desconocida en el
griego clásico. Se trata de una palabra específicamente cristiana… Puede ser que la cultura moderna no comprenda el gesto de
arrodillarse, en la medida en que es una cultura que se ha alejado de la fe, y no conoce ya a aquél ante el que arrodillarse es el gesto
adecuado, es más, interiormente necesario. Quien aprende a creer, aprende
también a arrodillarse. Una fe o una liturgia que no conociese el acto de
arrodillarse estarían enfermas en un punto central. Allí donde este gesto se
haya perdido, hay que volver a aprenderlo, para permanecer con nuestra oración
en comunión con los apóstoles y mártires, en comunión con todo el cosmos y en
unidad con Jesucristo mismo”.
En su primera
Exhortación Apostólica, Sacramentum
Caritatis (2007), el Santo Padre
reafirma esta opinión:
“Un signo convincente de la eficacia que
la catequesis eucarística tiene en los fieles es sin duda el crecimiento en
ellos del sentido del misterio de Dios presente entre nosotros. Eso se puede
comprobar a través de manifestaciones específicas de veneración de la
Eucaristía, hacia la cual el itinerario mistagógico debe introducir a los
fieles. Pienso, en
general, en la importancia de los gestos y de la postura, como arrodillarse
durante los momentos principales de la plegaria eucarística”.
De la misma opinión, el (entonces)
Secretario para la Congregación para el Culto Divino, Monseñor Albert Ranjith,
recuerda como en el postconcilio se introdujeron cambios de manera abusiva, que
aún se mantienen a pesar de los efectos nocivos sobre la fe y la vida litúrgica
de la Iglesia como la comunión recibida en la mano, la abolición de la
barandilla en el presbiterio, de los reclinatorios en las iglesias y la
introducción de prácticas que obligan a estar sentados o de pie durante la
elevación del Santísimo Sacramento.
Los
usos tradicionales de la liturgia católica están respaldados teológicamente y
no son meras reliquias. Por eso el conocimiento de estos usos y su motivación es
interesante para todos…
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